Fue ayer a mediodía, junto a la estación de Atocha, tres años después de aquel desgraciado jueves de sangre. Presidieron los Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, acompañados de los Príncipes de Asturias. Asistieron las víctimas y sus familiares. Algunos, inconsolables. Entre muestras de dolor y llanto hacia adentro, los políticos se hicieron pequeños, pequeños, en el emotivo acto inaugural del monumento en memoria de los 191 muertos del 11-M. Y los enfrentamientos verbales de tirios y troyanos durante el transcurso del acto fueron acallados por la mayoría de los asistentes.
Zapatero y Rajoy, Aguirre y Simancas, los unos y los otros, salieron en la foto. De eso se trataba. Pero se perdieron en el último pliegue del silencio zurcido al propio diseño de este bellísimo monumento. Qué emocionante sonó entonces el "Cant dels ocells" (Pau Casals). Y qué distinto de aquel himno nacional "cantado" el día anterior en un acto de partido, al finalizar la manifestación del PP contra la política antiterrorista del Gobierno. La emoción siempre cala más que la soflama.
Ayer, en presencia del Rey don Juan Carlos, símbolo de la unidad y permanencia de esa nación amenazada en el imaginario de los manifestantes del sábado ("España, unida, jamás será vencida", gritaban), el flamear de la bandera de todos dió sentido al dolor de todos. Y , como prenda del dolor de todo un pueblo, zarandeado estos días por políticos insensatos, nos queda ese memorial de luz, cristal y silencio que ya reina junto a la Estación de Atocha. No un obsceno vuelo de cuervos sobre los escribanos de la verdad judicial
Zapatero y Rajoy, Aguirre y Simancas, los unos y los otros, salieron en la foto. De eso se trataba. Pero se perdieron en el último pliegue del silencio zurcido al propio diseño de este bellísimo monumento. Qué emocionante sonó entonces el "Cant dels ocells" (Pau Casals). Y qué distinto de aquel himno nacional "cantado" el día anterior en un acto de partido, al finalizar la manifestación del PP contra la política antiterrorista del Gobierno. La emoción siempre cala más que la soflama.
Ayer, en presencia del Rey don Juan Carlos, símbolo de la unidad y permanencia de esa nación amenazada en el imaginario de los manifestantes del sábado ("España, unida, jamás será vencida", gritaban), el flamear de la bandera de todos dió sentido al dolor de todos. Y , como prenda del dolor de todo un pueblo, zarandeado estos días por políticos insensatos, nos queda ese memorial de luz, cristal y silencio que ya reina junto a la Estación de Atocha. No un obsceno vuelo de cuervos sobre los escribanos de la verdad judicial
2 comentarios:
Lo importante son las víctimas y sus familias, no los políticos.
Qué políticos más chungos tenemos. Si fuera posible, votaba a favor de la anarquía y los mandaban a tomar...Marijolamejo
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