La altísima abstención registrada en el referéndum celebrado ayer –un 64 por ciento de los censados no ejercieron su derecho– ha empañado el apabullante triunfo de los votos afirmativos, que se han situado por encima del 87 por ciento. La consulta quedará marcada por el escasísimo interés que ésta ha despertado entre los andaluces. Las causas deberían hacer meditar a nuestra clase política. Por supuesto que el descontado triunfo del sí ha podido influir en la poca asistencia a los colegios electorales, pero ni de lejos sirve para explicar lo ocurrido. Los resultados evidencian que la reforma del Estatuto de 1981 no era una necesidad sentida por los andaluces y ponen también de relieve que los ciudadanos le han dado la espalda a la clase política porque ésta ha sido incapaz de transmitir un mínimo interés por lo que se sometía a votación. De hecho, tanto en la campaña como antes, en el proceso de gestación del nuevo Estatuto han primado los intereses partidistas por encima de cualquier otra consideración y eso ha influido en la desmovilización de los votantes. La escasa participación –una de las más bajas registradas en la reciente historia de España– debilita a Andalucía y también pone en entredicho la calidad de nuestra democracia. Urge, pues, que los políticos hagan un sereno examen de conciencia sobre este hecho. Sentado lo anterior, hay que congratularse por el altísimo apoyo recibido por el Estatuto entre los que se decidieron a acudir a las urnas, derivado fundamentalmente del esfuerzo de consenso que hicieron las fuerzas políticas mayoritarias en Andalucía. El Estatuto sale de este referéndum legitimado por el voto de casi dos millones de andaluces frente a los 200.000 que se han pronunciado en contra. El Gobierno andaluz cuenta a partir de hoy con un importante instrumento para trabajar a favor de la modernización de esta tierra. Y a desarrollarlo debe aplicarse sin demora.
Huelva Información
No hay comentarios:
Publicar un comentario